Cómo empezar. Desde que aprendí a juntar la m con la a para crear palabras,encontré en la escritura mi modo de huida, conseguí hacer de mis pensamientos algo real, y aunque nadie se interesara en ellos, yo seguí escribiendo, convencida de que era lo mejor que tenía, de que a pesar de mi incapacidad para hacerme escuchar... me quedaban ellas, las palabras que mágicamente se entrelazaban y mostraban mejor que nada lo que yo deseaba contar.
Nunca olvidaré el verano antes de empezar la carrera de periodismo.Tenía 18 años y todo cuanto quería al alcance de mi mano, bastaba con proponérmelo para darme cuenta de que no era imposible, y poco a poco, las escenas que tanto veía en mis películas favoritas(aquellas en las que la eficiente y triunfadora periodista lograba poner a la audiencia a sus pies con un reportaje impactante y conmovedor) parecían más factibles en mi futuro no muy lejano. Esperanza. Confianza en mí misma. Por aquellos entonces era todo cuanto necesitaba para mirar adelante y desear que llegara el momento de comenzar mi vida universitaria, una vida que prometía no defraudarme y hacer de mí alguien inteligente, lleno de inquietudes, de opiniones formadas y de cosas que contar al mundo.
Sin embargo, aún hoy espero ese día en que sienta que corre por mis venas la sangre de una buena periodista, echo de menos la sensación de que lo puedo tener todo. A cada momento añoro mis sueños de futuro, el fuerte deseo de triunfar que me dibujó una sonrisa cuando acudí a la primera clase de mi carrera, al primer día de cinco largos años cuyo ecuador estoy a punto de comenzar.
Hoy, trece de agosto de 2009, solo soy un ser diminuto encerrado entre cuatro paredes que parecen mirarme con decepción. He hecho de mí alguien sin ilusiones ni esperanzas, destruyendo todos mis sueños para ver únicamente el lado frívolo y superficial de las cosas. Me duelen las heridas del alma, me duele querer sin ser correspondida y haber perdido tanto tiempo en lograr algo que es imposible y que no me llena: el amor de una persona que es incapaz de amar.
Quién me iba a decir a mí que llegaría un momento de mi vida en el que evitaría mirarme en el espejo para no sufrir con el reflejo de la chica con la que he de convivir día tras día, mi enemiga, un ser odioso. El reflejo de alguien que se cree incapaz de alcanzar sus metas, la imagen borrosa de un corazón que se detesta. Ella nunca podrá acaparar ojos con sus escritos, no podrá ser deseada y amada por un hombre en igual medida, porque siempre será menos; y a medida que el tiempo pase, la dolorsa realidad la seguirá mostrando ante el espejo y ante el mundo como algo insignificante y carente de valor.
¿Dónde están los amigos? ¿Dónde está esa voz mágica con poder para hacerme creer en lo que tengo y en lo que soy? ¿Qué fue de las promesas, de los momentos, de los abrazos que infundaban fuerza y lograban detener el tiempo?
Se han perdido en el camino, junto con mis ganas de vivir. Han muerto como un día mis sueños dejaron de respirar para dar paso a una inmensa tristeza...
Nunca olvidaré el verano antes de empezar la carrera de periodismo.Tenía 18 años y todo cuanto quería al alcance de mi mano, bastaba con proponérmelo para darme cuenta de que no era imposible, y poco a poco, las escenas que tanto veía en mis películas favoritas(aquellas en las que la eficiente y triunfadora periodista lograba poner a la audiencia a sus pies con un reportaje impactante y conmovedor) parecían más factibles en mi futuro no muy lejano. Esperanza. Confianza en mí misma. Por aquellos entonces era todo cuanto necesitaba para mirar adelante y desear que llegara el momento de comenzar mi vida universitaria, una vida que prometía no defraudarme y hacer de mí alguien inteligente, lleno de inquietudes, de opiniones formadas y de cosas que contar al mundo.
Sin embargo, aún hoy espero ese día en que sienta que corre por mis venas la sangre de una buena periodista, echo de menos la sensación de que lo puedo tener todo. A cada momento añoro mis sueños de futuro, el fuerte deseo de triunfar que me dibujó una sonrisa cuando acudí a la primera clase de mi carrera, al primer día de cinco largos años cuyo ecuador estoy a punto de comenzar.
Hoy, trece de agosto de 2009, solo soy un ser diminuto encerrado entre cuatro paredes que parecen mirarme con decepción. He hecho de mí alguien sin ilusiones ni esperanzas, destruyendo todos mis sueños para ver únicamente el lado frívolo y superficial de las cosas. Me duelen las heridas del alma, me duele querer sin ser correspondida y haber perdido tanto tiempo en lograr algo que es imposible y que no me llena: el amor de una persona que es incapaz de amar.
Quién me iba a decir a mí que llegaría un momento de mi vida en el que evitaría mirarme en el espejo para no sufrir con el reflejo de la chica con la que he de convivir día tras día, mi enemiga, un ser odioso. El reflejo de alguien que se cree incapaz de alcanzar sus metas, la imagen borrosa de un corazón que se detesta. Ella nunca podrá acaparar ojos con sus escritos, no podrá ser deseada y amada por un hombre en igual medida, porque siempre será menos; y a medida que el tiempo pase, la dolorsa realidad la seguirá mostrando ante el espejo y ante el mundo como algo insignificante y carente de valor.
¿Dónde están los amigos? ¿Dónde está esa voz mágica con poder para hacerme creer en lo que tengo y en lo que soy? ¿Qué fue de las promesas, de los momentos, de los abrazos que infundaban fuerza y lograban detener el tiempo?
Se han perdido en el camino, junto con mis ganas de vivir. Han muerto como un día mis sueños dejaron de respirar para dar paso a una inmensa tristeza...