El tiempo lo cura todo. . .
Las heridas invisibles del alma, los corazones que en noches de verano cayeron al suelo rompiéndose en mil pedazos.
El tiempo borrará las palabras que nunca debieron ser pronunciadas para herir; acabará con las envidias, con los prejuicios, con la absurda idea de que algo tiene que ser así y no de otro modo.
Los años pasan para hacernos abrir los ojos y escuchar, los años pasan y apenas nos damos cuenta de que verlos pasar es un regalo.
Pasar las hojas del calendario y poder mirar atrás. . . Para ver lo que fuiste un día, lo que eres hoy gracias a quienes aún siguen contigo, a quienes se han ido uniendo a ti en el camino.
La vida es como un tren, un tren que recorre montes y parajes onhíricos, ocultándose entre túneles para después salir a la luz y alcanzar su destino. . . En el trayecto, los soñadores miran por la ventanilla, los perezosos duermen, los impacientes cuentan las horas para llegar, pero todos disfrutan del viaje. Muchos suben en cada nueva estación, algunos se apean y abandonan el viaje para siempre, otros continúan de principio a fin, con fuerza, con esperanza, con mucho amor.
Si alguna vez te bajas de mi tren. . .
Nunca olvidaré que uno de sus asientos. . .
Lo ocupaste tú.
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